Freyax

lunes, 29 de abril de 2013

Excavando (II)



Por la mañana me sentí más radiante que nunca y dispuesta hacer mío el mundo, era como si aquella masturbación en compañía me hubiera llenado de vida y pasión. Cuando volví a las ruinas, Malco y su equipo ya estaban allí.

Me puse al trabajo y durante toda la jornada él no paraba de mirarme de reojo, de ir donde yo estaba con cualquier duda para estar conmigo…simplemente, no dejó que me alejase de su lado ni quince minutos. Cuando terminamos la jornada quedamos para cenar en el restaurante de su hotel.

Fui para casa e intenté ponerme bella y seductora para él. Me puse un vestido de noche negro y largo, muy escotado tanto por delante como por detrás, de hecho el escote de atrás llegaba hasta el nacimiento de mi trasero, así que no llevaba ropa interior. Adorné mi muñeca con una pulsera que Malco me había regalado en Alejandría y que estaba hecha de figuras de Kamasutra y mi pelo recogido en una cola y alrededor de ella un adorno cuya figura era una mujer desnuda entrelazada entre rosas. Cuando me miré para salir a la cita, yo misma me sorprendí de lo que vi reflejado en el espejo; veía a una mujer bella, llena de voluptuosidad y erotismo y dispuesta hacer mío en cuerpo y alma a mi hombre.

Cuando entré en el restaurante, él se levantó de la silla y me miró tan asombrado como yo misma estaba de aquella visión. Se había enfundado en un traje verde oscuro y una camisa pastel. Aquel traje potenciaba el verde de sus ojos. Me agarró de la mano y simplemente nos miramos un buen rato transmitiéndonos todas las buenas vibraciones que nos pertenecían desde que nos conocimos. Yo estaba nerviosa y él también. Durante la cena hablamos de nuestras vidas desde que habíamos dejado nuestra relación y lo mucho que me había echado de menos y cuando llegamos al postre, él colocó una cajita encima de la mesa. Le dije que no quería regalos y me dijo que solo era prestado, pero que si lo aceptaba tenía que cumplir una deuda. Aquel reto sonó en mis oídos como algo irresistible que no podía pasar por alto en esa noche. Cuando lo abrí, vi que era el colgante del falo que habíamos encontrado en las ruinas con una cadenita para ponerla en ese mismo instante. Yo estaba hipnotizada y lo cogí entre mis manos y le dije que me lo pusiera, él me dijo que si lo ponía tenía que ser su esclava esa noche y acepté, entonces me lo puso y quedaba justo entre mis pechos. Me sentía sumamente poderosa y comencé a sentir una excitación y lascivia sin entender muy bien por qué. Le dije a Malco que me apetecía ya saldar mi deuda y subimos a la habitación.

Nada más cerrar la puerta me dio el beso que tanto habíamos añorado los dos y que necesitábamos como el respirar, después me llevó al baño y se colocó detrás de mí frente al espejo. Cogió los tirantes de mi vestido y los dejó caer y con ellos el vestido, me quedé totalmente desnuda con el colgante puesto como única prenda. El me agarró los pechos con sus manos sin dejar de mirar al espejo y cogía el falo del colgante con su mano y lo movía en círculos sobre mis pezones haciéndolos endurecer. Dejó de jugar y se desnudó, con una mano me invitó a echar mi torso sobre el frío mármol del lavabo sin dejar de mirar al espejo. Entonces me cogió las manos y me las ató en mi espalda con su corbata y me mandó abrir las piernas, yo tenía miedo porque nunca me había hecho eso cuando estuve con él y no sabía que podría llegar hacerme, pero esa era el pago por llevar el colgante en mi cuello. Yo no dejaba de mirar el espejo y de repente desaparece de mi vista….ya no lo veo, y noto como me sopla mi sexo y luego una lamida larga y suave y vuelta a soplarme, era una sensación increíblemente excitante y le pedí más, mucho más. Entonces separó bien mis nalgas y comenzó una comida de sexo en todo su esplendor y creí morirme de placer, y cuando estaba a punto de explotar se levantó, se agarró a mis caderas y empezó a follarme sin piedad, mirándonos al espejo, con mis pechos meneándose a un ritmo loco y el colgante golpeando con fuerza el espejo, no podía aguantar más ni sus embestidas, ni nuestras caras de placer, así que llegó mi orgasmo brutal, gimiendo como creo que nadie lo ha conseguido jamás. Exhausta me desplomé sobre el mármol de nuevo, pero él me cogió en brazos y me llevó a la habitación.

Tenía una especie de cómoda de la altura de mis piernas y larga. Me puso boca abajo sobre ella mi culo quedaba en pompa y mi cabeza recta en una posición ideal para follarme por detrás y por mi boca. Mis orificios los lubricó con un aceite, se tumbó sobre mi espalda y mientras susurraba palabras y frases deliciosas al oído me iba penetrando, unas veces por mi sexo y otras por mi culo. No me dolía en absoluto porque lo hizo tan dulcemente y tan embaucador a mis oídos que necesitaba esas penetraciones, pero una vez que me tenía muy dilatada y deseosa se colocó de pie y me arrastró hasta el final de la cómoda, mis pies tocaban el suelo y comenzó un bombeo a su antojo, abajo y arriba, me estaba llevando a un orgasmo continuo que mi cabeza ya no asimilaba, unas veces suplicaba clemencia, otras veces simplemente le decía “fóllame cabrón” ….

Cuando le vino en gana, salió de mi sexo, me dio la vuelta y se colocó frente a mí, su polla estaba colocada frente a mi boca, saqué mi lengua lasciva para provocarla e invitarla a entrar en mi boca y saborearla y así lo hizo. Yo estaba a su santa voluntad, así que agarró mi cabeza y suavemente introdujo su pene en mi boca follándola a su antojo un buen rato, pero cuando quiso salir de ella, se la presioné con mi paladar y no lo dejaba escapar, él volvía a metérmela y yo chupaba y cuando quería escaparse yo tiraba de ella hacia a mí, y aquel juego hizo que él se dejase llevar por aquella enajenación, arquease su espalda, gimiese como un macho copulando y dejase escapar su semen. Cuando terminó de bañar mi boca y aunque estaba casi mareado, le dije que no me podía dejar así de caliente, que necesitaba correrme de nuevo, así que se colocó de rodillas sobre mi sexo y mi culo y regalándome las pocas fuerzas que le quedaban, comenzó a succionar todos mis fluidos, a meterme la lengua por todos los orificios que había dilatado y comerme el clítoris con delirio hasta volver a llevarme al preciado mundo del orgasmo femenino.
No podía moverme y el poco más, me desató y me cogió en sus brazos llevándome a la cama. Creí que simplemente me habría usado para fóllame como jamás nadie lo había hecho, pero me equivoqué. Me rodeó con sus brazos, me regaló mil y un besos.


Mientras él dormía en mis brazos, cogí aquel colgante en mi mano y vi una mujer con vestimentas romanas, respetada por todos, deseada por muchos y cuando se giró solté de repente el colgante de mi mano porque la cara que vi en ella…era la mía.


martes, 23 de abril de 2013

Excavando (I)


Esa mañana había despertado mucho antes de lo habitual debido a mis sueños excitados.
Las sábanas acariciaban mi cuerpo desnudo y sus pliegues se habían metido en mi sexo consiguiendo mojarlo y hacerlo latir sin mi permiso. Y con unas ganas enfermizas de una lengua viciosa y a falta de una buena polla que me dijese “ese coño es mío”, metí mano al cajón de la mesilla y saqué a mi amigo insaciable que me llevó al orgasmo en diez segundos, tal vez fueron doce, y para empezar el día con alegría era suficiente. A falta de pan, buenas son tortas.

Me levanté y cuando estaba tomando mi café sonó el teléfono. Me llamaban del Ayuntamiento porque habían aparecido unas ruinas romanas y como arqueóloga debía presentarme en ellas para acordonar la zona y empezar los trabajos de limpieza. Me vestí con mis pantalones de exploradora que dejaban bien marcadas mis curvas, mis botas y una camiseta de tirante que marcaban mis pechos libres como yo. Más de una vez se me había criticado mi manera de provocar vistiendo, pero a estas alturas de la vida, me importaba poco las envidias de ellas y el calentamiento de ellos. Además así sus masturbaciones tendrían cara, tetas y culo que ponerle.

Cuando llegué creí morirme de la fascinación del hallazgo. Eran unas termas y al lado los yacimientos de una casa de familia importante romana. Mandé acordonar la zona y rápidamente mi equipo y yo nos pusimos a la delicada tarea de limpieza. El Alcalde me comunicó que al ser de tal envergadura el hallazgo había llamado a otro equipo de arqueólogos para que me ayudasen y en diez minutos se presentarían allí. Cuando el Alcalde llamó al capataz del grupo para presentármelo, tanto él como yo quedamos como auténticas estatuas de sal. Él había sido mi gran amor, mi gran pasión y mi gran follador. Nos habíamos conocido en unas excavaciones en Alejandría y habíamos vivido una tórrida relación que se rompió por culpa de nuestras ansias de trabajo. No había perdido nada de su atractivo, incluso yo lo veía más cañero que nunca. Vestía igual que yo, con su media melena plateada, una barba ideal para frotar mi coño y hacerlo derretir y unos ojos verdes que te mojaban sin permiso.

Nos saludamos como buenos colegas y nos pusimos a trabajar.

Yo estaba a cuatro patas limpiando una cajita de una belleza sublime. Mi culo estaba en pompa y mis brazos en su movimiento de cepillado me habían bajado el tirante de la camiseta sin darme cuenta y mis tetas se bamboleaban libres de adelante atrás como gelatina. De repente siento una mano que me sube el tirante y mete mis tetas dentro. Me giro y lo veo de pie, mirándome con lascivia y me dice “es simplemente rozarte y resucitas en mí lo que ninguna mujer ha conseguido desde que te fuiste”, que ganas en ese momento de sacar su polla de la bragueta y mamársela, pero estábamos en público, me quedaría con ganas hasta poder pillarlo a solas.

¿Has venido a manosearme las tetas? le pregunté, y entonces me dijo que venía para ver que tal iba con la cajita.. Se arrodilló a mi lado y entre los dos conseguimos sacarla intacta del terreno y suavemente la abrimos. Impresionante lo que había en ella. Era una cajita que había pertenecido a una mujer poderosa, tal vez una cortesana, ¿qué por qué lo se? porque dentro de aquella cajita había colgantes de falos, pulseras con posturas de fornicio y un extenso material erótico para adornar sus pechos, sus manos y su pelo para poner caliente al macho de turno. Pero de todo lo que había allí, me fascinó un colgante de un falo con testículos de unos cinco centímetros de largo y con una perfección absoluta.
Lo miré y le dije que daría lo que fuese por follar solo con ese colgante puesto, entonces me dijo que cuanto estaría dispuesta a entregar a cambio de hacer realidad ese sueño y simplemente le contesté que sería la esclava de ese hombre por esa noche.
Había sido un día de mucho trabajo y nos dispusimos a recoger. 

Todo lo encontrado lo llevamos a un laboratorio para ser limpiado y seleccionado, una vez terminamos nos fuimos todos a tomarnos unas cervezas a la cafetería del hotel donde estaban alojados los arqueólogos visitantes. Después de una conversación amena y distendida, me despedí de mis colegas hasta mañana porque estaba tremendamente cansada del día. Según salía por la puerta, me agarró Malco (ese era su nombre) y me dijo que me invitaba a cenar, y la verdad que yo lo único que deseaba era tomarme un baño relajante y así se lo dije, entonces quedó aceptada la invitación para el día siguiente y me dijo que cuando estuviese relajada ya en la habitación me telefoneaba. Le regalé un beso y me fui.

Llené mi bañera de agua caliente, aceite de coco, una luz tenue y en una mesilla pegada a la bañera tenía mi móvil y una buena copa de vino. Me sumergí en ese caldo delicioso que relajó al momento mis músculos y dejó en libertad el deseo de mi clítoris retenido entre los pantalones todo el día. Era una delicia acariciarme con aceite que conseguía una textura en mi piel resbalosa y deliciosa al tacto de mis dedos. Cogí mi copa y brindé por las mujeres provocadoras, llenas de sensualidad y llenas de libertad sexual, y en un recuerdo apurado a mi mente, también brindé por aquella mujer romana con tantas joyas eróticas que supuse que era una gran mujer en todas sus variantes. En el mismo instante que me acordé de ese colgante romano, sonó el móvil.

Era Malco. Su voz acariciaba mi piel y entonces le pregunté si se estaba tocando y me dijo que estaba encima de la cama, desnudo y acariciando aquella dura y gran polla que le habían otorgado. Deseé febrilmente hacerla mía, comérsela como solo yo sabía hacerlo degustando hasta el rincón mas pequeño de su piel y cabalgarlo sin piedad. Me apetecía masturbarme con él, así que le dije que me comiese el coño que me moría por tener su lengua y su barba acariciando mi clítoris. Comenzó tremendamente caliente a saborear mi coño por teléfono a susurrarme lo que me hacía mentalmente:
“Te abro las piernas, acaricio tu coño con mis dedos y separo tus labios, arrimo mi nariz para oler el perfume de hembra que enloquece mi mente, y te doy la primera lamida larga de adelante atrás y comienzan tus gemidos y tu gran humedad. Saboreo todo lo que me vas regalando a cada paso de mi lengua y tus manos aprietan mi cabeza pidiendo que te coma el coño con pasión. Meto tu clítoris entre mis dientes y mi lengua y lo succiono con fuerza y comienzan tus espasmos de locura transitoria, comienzas a querer escapar de mí y te sujeto los muslos con mis manos y no te dejo escapar. Me insultas y me dices que te deje, y no me da la gana y entonces explotas en un orgasmo que aún recuerdo tus aullidos de loba en celo que me hacían correrme muchas veces en las sábanas, recuerdas?”….

Uuuuffff, aquellas palabras me pusieron cardíaca y no paraba de acariciarme bajo el agua. Le dije que me acordaba de aquellos momentos y que también recordaba como gemía cuando yo se la comía y entonces lo oí gemir a través del teléfono y le dije: “Me vuelve loca cuando me dejas mamártela a mi antojo. Te tengo de rodillas en la cama, mi cabeza debajo de un almohadón y justo debajo de tu polla. Con una mano acaricio tu culo y los testículos y con la otra manoseo tu polla como si estuviera ordeñando y cuando me apetece te trago entero a un ritmo de locos y te vuelvo a soltar. Y me encanta meneártela con la mano, y jugar con ella y pellizcarte y después vuelve a pasar mi lengua caliente para darle mimos…ummmm, que deliciosa está. Mientras gimes como un buen macho que se la están mamando a conciencia, mis ganas de devorarte aumentan y suavemente me dejas que meta mis dedos para jugar un ratito con tu precioso culo y mientras mis delicados dedos violan sin daño tu culo, mi boca aprieta tu polla contra el paladar y te da pequeños tirones.Y no quieres que se acabe aquella locura pero llega la hora y yo no pienso parar hasta el final. Sigo mamando con mucha fuerza y sin soltarte de mi boca mientras mis dedos te follan y entonces explotas en un grito tan salvaje que hasta los dioses tienen celos de ti”.


Y entonces oigo un auténtico grito al otro lado del teléfono y eso me hace acelerar mi masturbación y casi al momento llega mi orgasmo que él también oye. Había sido una sensación maravillosa correrme con él. Dulcemente me dijo que era la mujer más misteriosa y maravillosa que se había cruzado en su vida y que quería tenerme de nuevo y entonces le deseé buenas noches y le dije que mañana cenábamos juntos.


viernes, 12 de abril de 2013

Mis...nuestros momentos


Cuando llega el calor estoy en mi salsa. Me encanta estar desnuda en casa y sentir como la liberación de mis pechos y mi sexo me tiene siempre húmeda y predispuesta al placer.
Harta del ceñido vestido y los tacones por fin llegué a casa. Solita durante tres horas, no me lo podía creer, así que opté por no hacer absolutamente nada, ni tan siquiera de comer. Según entre por la puerta me desnudé dejando toda mi ropa en el suelo (había tiempo de colocarla), me serví una copa de vino, cogí mi vibrador y me tumbé en el sofá con la habitación en penumbra. Fantástico!

El primer sorbo se deslizó suavemente por mi garganta e inundó mi cuerpo de un caluroso bienestar. Mientras miraba mi vibrador, mis dedos se hundían en mi sexo mojándolo rápidamente y deseando un masaje profundo en mi clítoris. Lo agarré y lo metí en mi boca llenándolo de saliva sabor a vino y lo encaucé suavemente en mi sexo mientras mis dedos separaban mis labios vaginales para hacerle el camino más placentero. Cuando lo introduje hasta el fondo de mi sexo, y colocando el estimulador de clítoris en su punto idóneo, le di una velocidad muy suave y cerré las piernas dejando que hiciese su trabajo mientras seguí con mi copa en la mano y la otra pellizcaba mis pezones. Qué placer! darle al cuerpo lo que pide!

Ummm…el placer intenso, crecía por momentos, estaba excitadísima. Dejé la copa en la mesa y cogí el toro por los cuernos. Abrí mis piernas al máximo y movía mi vibrador imaginándome la lengua de mi hombre recorriéndolo y sorbiendo mis fluidos mientras su barba acariciaba todo mi sexo. Necesitaba tener su pene en mi boca mientras me masturbaba pero estaba sola, así que solo pude conformarme con que me llevara al orgasmo aquel látexrojo y gemí sin cuidado a que me oyese nadie. Lo saqué suavemente de mi sexo y lo dejé sobre la mesa mientras el sueño me inundaba.

No se cuanto tiempo dormí desnuda en el sofá, pero creía estar en ese duermevela que los sueños parecen reales cuando sentí recorrer mi espalda a besos, mientras una mano acariciaba la cara interna de mis muslos. Conmocionada aún del orgasmo y del sueño, abrí los ojos lentamente porque aquello era demasiado real para ser un duermevela y lo veo a él, sentado junto a mí, con la camisa completamente desabotonada dejando ver su pecho masculino y sus vaqueros henchidos por la visión de mi desnudez.

Ya has llegado mi amor?

Si, y veo que te lo has pasado bien en mi ausencia.

Me relajé y como tú no estabas….

Ahora estoy, y tengo ganas de ti.

Y en ese momento sus dedos me penetraron haciéndome despertar por completo. Levanté mi culo en pompa ofreciéndole mi sexo en señal de sumisión, entonces se levantó, sacó de su bolsillo un pañuelo de seda y me ató las manos a la espalda, separó la mesa baja del salón y la colocó en el centro. Me ayudó a levantarme y me colocó tumbada boca abajo, con las piernas bien abiertas y sentí caer sus pantalones. Se arrodilló detrás de mí y cual hombre venerando el sexo de su amada, comenzó a recorrerme con su deliciosa lengua mientras su barba masajeaba su camino. Escalofríos recorrían todo mi cuerpo, mi boca se llenaba de saliva y gemidos mientras su lengua se hacía camino en todos los rincones de mi sexo. Movía su lengua rápida sobre mi clítoris y oía sus chupetones haciéndome casi desmayar. Mi orgasmo llegó fuerte y rápido, dejando mis piernas temblando y le supliqué que parase intentando mover mi culo y alejarlo de allí, pero aquello le excitaba aún más y sujetó con una fuerza brutal mis piernas para que no escapase de su boca.

Siguió masturbándome con la lengua, y lo que al principio era un pequeño dolor de la sensibilidad del primer orgasmo al momento se convertía en otro aún mayor. Ya no tenía fuerzas para moverme ni para suplicar que me dejase, y cuando consideró que eran suficientes mis orgasmos se levantó y se colocó frente a mí. Agarró con sus manos mi cabeza caída y metió su polla en mi boca moviéndola a su antojo. ¡Que Delirio! Si hay algo que me gusta tanto como que me coman, es devorar el sexo de mi hombre.


Intentaba sujetar su pene con mi boca con fuerza para que no se escapara, pero el la sacaba y respiraba para no correrse y cuando lo tenía controlado volvía a violar mi boca diciéndome mil cochinadas que me excitaban todavía más. Estaba muy dura y entonces soltó mi cabeza con suavidad y volvió a la retaguardia. Sentí como ensalivaba de nuevo todo mi sexo y sabía lo que me esperaba, pero ya no podía hacer nada porque mi cuerpo estaba inerte. Me penetró dulcemente y comenzó unas frenéticas entradas y salidas de mi sexo mientras me azotaba las nalgas, sentía como sus testículos golpeaban mi clítoris enloqueciéndome de nuevo. Siento como salé de mí y la introduce lentamente en mi culo, haciéndose camino poco a poco y cuando estaba entero dentro de mí, sujeta las ataduras de mis manos y comienza de nuevo sus bombeos como un poseso. Cuanto más le suplicaba que me dejase de una vez, que estaba rota, más rápido se movía, hasta que salió deprisa de mí y vino a ofrecerme su corrida. Tragué, saboreando cada gota hasta que se derrumbó frente a mí besándome en la boca. Me desató, me cogió en brazos y me subió a nuestro santuario donde me envolvió entre sus brazos, alabando lo afortunado que era.




lunes, 8 de abril de 2013

18 Maneras


1. Se debe lamer de forma rítmica, suave, constante y lento. Lento y constante en un principio, aumentando según petición de la interesada.

2. Si eres nuevo en esto del sexo oral. Utiliza la imaginación, el otro día una amiga me decía: “Mi marido decidió comérmelo la otra noche. Hizo movimientos con su lengua y me dijo que me imaginara que lo que él hace, es escribir contra mi clítoris. Es divertido pensar que me estaba diciendo: “Te quiero” y “Me gustas mucho”. Sin duda me va a gustar jugar a descifrar palabras.”

3. En cualquier supermercado venden hoy en día bolsitas de hielo, en cubitos, coges uno y lo pasas alrededor del clítoris y dentro de la abertura vaginal. El contraste de frío-calor es...fantástico.

4. Es muy importante conocer el nivel de sensibilidad de tu amante.  Esto no consiste en zambullirse y atacar el clítoris.

5. El secreto es suavizar la lengua y trabajar en el área del clítoris, en lugar de atacarlo. La variación del patrón también es importante. También creo que la estimulación del punto G, que está junto al clítoris en el interior de la vagina, es importante ya que se genera un orgasmo mucho más profundo, más intenso.

6. Si empiezas, no dejes nada a medias. Se cumple, hasta el final!

7. El sabor es importante también, dicen que si comemos piña, nuestro sabor mejora increíblemente. Al igual, que vosotros si coméis tomates, el semen sabe muchísimo mejor.

8. Estar atento a los sonidos, el que gima o me retuerza, no significa necesariamente un cambio de ritmo, solo que vas en buena dirección.

9. Algunas veces, después de haberte estado comiendo el coño, se puede hacer una introducción de un dedito...dilata y estimula al máximo, continuando con las lamidas posteriormente y/o entrando “a matar”.

10. Me gustan los chicos que van preguntando, que se interesan, que quieren dar placer.

11. La nariz también es un órgano que se debe utilizar. Me encanta sentir la nariz acariciando el clítoris, saber que husmeas...que hueles.

12. No muerdas el clítoris. A los hombres tampoco os gusta que en esos momentos, de pronto, os muerdan. Lo que no quieres para ti, no lo quieres para los demás. Recuerda esa máxima.

13. Lo de hacer ruidos fuertes como de succión....mmmmm...tampoco tiene que ser una norma fija...variedad, por favor.

14. Si previamente has comido un caramelo Hall's de los extra fuertes....la sensación también lo será.

15. Besos profundos en el clítoris. Con ambos labios bien puestos en la vagina.

16. Utiliza tu cara entera. Nada es más fustrante que una lengua vacilante. La barbilla en la abertura de la vagina agrega placer. 

17. Una lengua puntiaguda rígida es horrible, pero una lengua plana suave es increíble.

18. Me gusta cuando la lengua de mi amante lentamente toma el recorrido de mis labios vaginales, se mueve hasta mi clítoris y mientras su lengua se concentra allí, su labio inferior húmedo de su saliva y mis jugos se acerca y se aleja de mi perineo.

Son solo 18 puntitos que se me han ocurrido...nada es una ciencia exacta y menos en estos menesteres, tan ricos. Siempre sexo imaginativo.


martes, 2 de abril de 2013

The International Meeting (II)


Descansamos un rato, mi cuerpo estaba lánguido y yo medio adormilada con los ojos cerrados, inesperadamente, me arrastraste y me dejaste arrodillada en el suelo con el pecho apoyado en la alfombra, fue tan rápido e inesperado, que lo único que sentí fue tu polla durísima abriéndose paso entre los labios de mi sexo. Me agarraste con fuerza por las caderas y de un único y enérgico empujón me insertaste toda la longitud de tu pene hasta lo más profundo de mi coño.

Me sentía totalmente penetrada y dejé escapar un suspiro de satisfacción.

Me notaba dulcemente empalada hasta zonas de mi sexo donde creía que era imposible que un pene pudiera llegar. Hacía solo un rato que acababa de correrme en un éxtasis increíblemente largo y virulento pero ahora empezaste a penetrarme desde atrás con un ansia furiosa, agarrando mis caderas y con acometidas tan enérgicas que casi me sentí desvanecer de placer. Con cada impetuoso y acompasado embate de tu duro pene en mi interior sentía que me fallaban las fuerzas y respondía tensando todos los músculos de mi cuerpo y profiriendo un fuerte gemido de gozo para resistir el inmenso placer que me estaban proporcionando tus despiadadas embestidas.

Enardecido por mis desesperados gemidos de gozo y con el movimiento oscilante de mis caderas que se ondulaban siguiendo el ritmo de tus embates, aumentaste la velocidad y profundidad de tus penetraciones. Me estabas follando con lujuriosa vehemencia; de una manera inhumana, bárbara, implacable, salvaje… justo como yo ansiaba que lo hicieras. Sentía, a cada embestida, como tu pene, robusto y durísimo, me taladraba despiadadamente hasta las entrañas y como tus pelotas se aplastaban con fuerza contra mis nalgas. Ese golpeteo constante, me ponía como una guarra, loca de deseo.

El inmenso placer que me estabas provocando se hacía insoportable. Lanzando gritos de satisfacción casi llegué a creer que iba a perder el sentido de tanto placer. Enseguida volví a correrme. Con el cuerpo sudando y vibrando, experimenté un vehemente segundo orgasmo que parecía que no iba a acabarse nunca. Cada vez que la fascinante sensación disminuía y creía que la deliciosa tortura iba a terminar, volvías a penetrarme con un ansia brutal sin apiadarte de mí. Y entonces, arrancándome espasmos y aullidos de placer, volvías a elevar el clímax a sus cimas más altas, una y otra vez, sin detenerte ni un instante.
Tras una eternidad finalmente cedió la interminable conmoción de mi orgasmo. Te corriste dentro de mi vagina, inundándome, estabas agotado después de haberte corrido, extrajiste tu miembro del interior de mi sexo ya no tan rígido y enorme.

Quedé de rodillas en el suelo con la cara vencida sobre la cama con una increíble impresión de vacío entre las piernas.

En silencio nos contemplamos, nos sonreímos, nos besamos tiernamente, te inclinaste un poco sobre mi, con un dedo empezaste a recorrer mi rostro, luego todo mi cuerpo, lentamente, hasta llegar a mis pies y volver a mis senos, mientras lo hacías me besabas en la boca, el cuello, mis tetas, era increíble, volvía a sentir como mi cuerpo respondía a tus caricias, mientras tu polla había vuelto a empalmarse y un rictus de deseo malévolo se dibujaba en tu cara. Te acercaste lentamente y accedí sumisamente a levantar los brazos para permitir que me despojaras del arrugado y empapado camisón y me quedé definitivamente desnuda ante ti....