Freyax

martes, 25 de marzo de 2014

Hombre solo, busca...

Mis queridas parejas liberales:

Vivo sin vivir en mí desde que existen las páginas de contactos para gente del ambiente liberal, que buscan intercambio de parejas, chicas solas…y demás opciones personales. Pero entre todos esos usuarios, los chicos solos, son los que tienden a llamar más mi atención.

He visto perfiles, he curioseado entre las fotos, he contestado mensajes, he coqueteado, he rechazado ofertas, he ido dejando a más de un@/s con la miel en los labios y creo que, después de toda la experiencia acumulada, puedo dar algún que otro consejo que  servirá para ligar no sé si más, ni mejor, pero al menos desde otro prisma.

1. Nicknames como "apestoso", "churrete", "fétido", "folleitor", "hongo", "polladura", "lamecoños", "peludo", "vicioso", "sodomizador"... son totalmente disuasorios. Pero "mimosín", "renacuajo", "enanito", "pequeño duende", "gatito"... tienen connotaciones infantiles que tampoco ayudan. Yo, desde luego, aborrezco "turbotranca", pero leo "chiquitín" y me temo lo peor...

2. En cuanto a las primeras frases de toma de contacto, hay un término medio entre "¿Te ha gustado la foto de mi polla? La tengo grande y gorda" (chico con complejo de consolador), y "Me gustaría ser una lágrima para nacer en tus ojos, rozar todo tu cuerpo y morir en tu boca" (la clásica lágrima viajera). O entre "Soy un caballero, pero en la cama puedo ser un animal" (conviene precisar la especie. Las chicas tendemos a pensar que os referís a cerdos) y "Te habrás hecho daño al caerte del cielo, una estrella como tú, pero yo estaría esperándote con los brazos abiertos para protegerte y besarte" (es taaaaaan cursi). Y, por supuesto, entre "Quiero follarte ya. ¿Dónde quedamos? ¿Te gusta el sexo anal?" (me gusta más el oral, así es que... ¿por qué no hablamos un poco primero?) y "Leer tu mensaje me turba, me produce frenesí" (pues mastúrbate, chato, que yo sólo puse "Aquí estoy...").

3. No cuelgues tantas fotos de penes, por favor. Y si no tienes más remedio que hacerlo porque ésa es la única razón por la que una mujer te elegiría, basta con que subas sólo una. Cierto es que en este tiempo he visto más y mejores pollas que en toda la historia del porno universal, pero con ver una única imagen me sirve de sobra. No necesito contemplarla desde arriba, desde abajo, de lado, en la mano, hacia el ombligo, escondida entre las piernas, bajo un calzoncillo mojado, sosteniendo en vilo una toalla, comparada en tamaño con un paquete de tabaco o con un billete de 50 euros...

4. No seas grosero. Por más grande y gorda que la tengas, una chica no tiene obligatoriamente que sentirse fascinada por ella y no sería raro que te dijera que no. Lo sé, es difícil de entender, pero nosotras somos así; nuestra idea de vivir una aventura no tiene mucho que ver con acabar empaladas porque sí por un tipo al que sólo hemos visto en fotos de cintura para abajo. Se parece más a la seducción previa, a visitar algún sitio fascinante, a alimentar el deseo con miradas, sonrisas y susurros...Y luego lo que tengáis entre las piernas (salvo grave carencia o gigantismo) nos parecerá bien.

Son observaciones (ultra personales) que me han surgido después de visitar una extensa cantidad de páginas de contactos.


A buen entendedor…


miércoles, 12 de marzo de 2014

Mis vicios

Tengo varios “vicios confesables”, el primero, no hay nada que me guste más que una polla. Cuando estoy desnuda con un hombre, mirándole a los ojos, todavía un poco más lejos de lo que sé que a él le gustaría tenerme, lo que más me apetece a veces no es tenerle dentro de mí; es tenerle en mis manos. Me excita la sorpresa de sus ojos cuando le invito a tumbarse y le pido que no me toque aún, cuando recorro su garganta con la lengua y me entretengo en las clavículas, el cuello, los brazos, el torso, mordisqueo sus músculos y enredo mis piernas en las suyas mientras le rozo el miembro con los dedos.

Luego cambio de intención. Cuando ya tiene la consistencia que a mí me gusta, me incorporo, me siento de rodillas a su lado y le masturbo. Sin chupar, sin dejar que me acaricie todavía, sin dejar de mirarle, sin hablar. No hay nada que me excite más que verle gemir, convulsionarse de placer, resistirse y, por último, sucumbir mientras mis bien entrenadas manos suben, bajan, aprietan, aflojan, corren, paran y vuelven a empezar.

Es un baile al que no puedo resistirme, pero no es generosidad, ni ganas de complacerle a él, qué va... Es a mí a quien da un placer difícil de describir esa sensación de poder, ese apretar los dientes y respirar entrecortada cuando hay que ir más deprisa porque sé que se acerca al final. Y qué triunfo cuando consigo tal abandono y rendición por su parte que la eyaculación se estrella en su pecho, me salpica y se escurre hasta las sábanas. Ni una medalla de oro en los Juegos Olímpicos me gustaría más que eso.

Una vez, después de hacérselo a la parte masculina de una pareja liberal amiga, mi excitación era tal, que el flujo me había empapado los tobillos, traspasó la ropa de cama y llegó al colchón. Cuando él lo vio, metió sin más preámbulos un par de dedos o tres dentro de mí y estuvo así unos minutos, hasta que me penetró. Me corrí, pero no levité, ni tuve una serie inacabable de orgasmos y, sin embargo, lo recuerdo como uno de esos polvos en los que sobrepasé cotas de placer mental y físico difíciles de alcanzar con un intercambio de pareja.

El segundo de mis 'vicios confesables' es, quizá, el que más morbo me produce: masturbarme mientras me miran. Porque eso ya no es ni siquiera placer por placer; es darme placer físico mientras experimento el gustazo psicológico de que un hombre me observe, me desee, se excite y se muera de ganas de hacerme lo que yo me hago a mí misma.

Una noche jugué a este juego que tanto me gusta con un amigo. Cada uno en un extremo de la cama, le desafié a quedarse mirando mientras yo me masturbaba y, en premio a su templanza, le regalé la visión del primer orgasmo. No así del segundo, que lo busqué como a mí más me gusta: bocabajo, con los brazos junto a la cabeza, las manos aferradas a la almohada, rozándome el clítoris con las sábanas y, por lo que se, no soy la única a la que le gusta así. Entenderéis que él perdió la compostura, la apuesta y el desafío terminó ahí mismo...

Deberíamos tener claro cuál es nuestro principal órgano sexual; el gestor fundamental del placer erótico... Por supuesto no es el pene, ni la vagina, ni el clítoris, ni siquiera el ano. Es el cerebro, señores. Ni más ni menos. Si el cerebro tiene una mala noche, da igual que le pongamos al asunto toda la estimulación física del mundo; habrá gatillazo o "dolor de cabeza", seguro.

Por eso, siempre estoy maquinando nuevas formas de dar y recibir…¿Qué le voy a hacer? A mi 'coño mental', a mi cerebro, le gustan los juegos de cama y, si no hago mal a nadie... ¿quién soy yo para llevarle la contraria al órgano más importante que tenemos TODOS?



jueves, 6 de marzo de 2014

Estás invitado a comer(me)

Ha vuelto, la curva, la redondez y el tener donde agarrarse. Se acabaron las vacas flacas con el pubis depilado como barbies en conserva; vuelve la hembra cañón; la mujer de talla 44 hacía arriba, los coños con arboleda (tampoco madeja de ovillo, pero haya cada cual con su estilismo y gusto personal), la sonrisa abierta y la falta de complejos.

Se va corriendo la voz entre los cazadores de hembras que una mujer que come con apetito, hambre y glotonería folla de la misma manera. Así es que en los últimos tiempos tengo abundantes invitaciones a cenar.

Se lleva, el estilo saludable, y la apariencia de felicidad. Demostrado queda que una sílfide subida a unos tacones de 10 centímetros y cara de sufrimiento es menos apetecible que una mortal de carne (sobre todo carne) y hueso con su mejor sonrisa y los pies descalzos.

Eso sí, aviso a navegantes: yo prefiero el sexo como sobremesa a mediodía, no por la noche, cuando el cuerpo ve una cama y sólo piensa en descansar. A mí me gustan las siestas mediterráneas en compañía, con el estómago lleno y sin bragas; con la entrepierna caliente, los pezones dilatados como galletas maría y el sabor en los labios del último café.

Me gusta follar con la luz de la tarde que se cuela por las cortinas. Y repetir hasta que la digestión esté terminada. Después de comer es mi mejor hora: no tengo sueño, no tengo prisa, estoy nutrida, me siento viva y quiero celebrarlo.


Lo estoy poniendo de moda. El pasado domingo invitamos a unos amigos, una pareja liberal a comer a casa y hacer un intercambio de parejas. Nos preguntaron  muy educados, si preferíamos que llevasen vino, postre o ambas cosas. Vimos tarde el whatsapp y se presentaron con un Somontano y unos pastelitos de chocolate. Me los terminé comiendo, todos desnudos, yo sobre el pecho de mi amigo, dando tragos directamente de la botella, mientras le cabalgaba como una amazona inagotable, mientras mi amiga hacía lo propio con mi pareja. Creo que a los cuatro nos gustó más que cuando sólo se presentan cargados de condones...