Freyax

sábado, 29 de noviembre de 2014

Yo quiero ... sí quiero

A uno de mis amantes (que además tiene su pareja liberal) y a mí nos encanta jugar al spanking, se trata de un término inglés que viene a definir los azotes o nalgadas, que se realizan con la mano o cualquier otro complemento erótico como látigos, cuerdas, etc. en los glúteos de la pareja con fines eróticos.

Y después de la explicación…tengo que decir que, no quiero escoger… ¿Y por qué tener que hacerlo? Yo que soy un poquito caprichosa quiero tanto caricias como azotes, siempre que vengan de ti. Visto así, quien tiene la culpa de que sea caprichosa, sin duda eres tú.

Eres culpable de que disfrute bailando entre infinidad de dualidades, pero sin duda la que más me perturba y reconforta a la vez, es la que se produce entre tus caricias y tus azotes. Y lo sorprendente es que ambos se llevan a cabo a través de tus manos. Es excitante ver y sentir como alternas entre caricias y azotes. Esas caricias dulces con las que me erizas la piel y pones en aviso a mi cuerpo de las travesuras que deseas hacerme. Esa dulzura con la que me acaricias como si fuera un juguete de cristal, frágil y resistente a la vez. Una dulzura que me alivia y que en ocasiones me perturba, cuando se dibujan las caricias entre tus azotes. Esos azotes con los que corrompes mi piel, provocando sensaciones tan opuestas y a la vez necesarias y con los que aflora una agresividad que me reconforta. Una agresividad con la que consigues dibujarme tus deseos más íntimos e instintivos, permitiéndote ser sin condicionantes y a la vez con la que me conduces a un confort sin igual.


Pero para qué negarlo, yo también soy culpable. Culpable de hacerte disfrutar con esas caricias tan agresivas y esos azotes tan dulces. Es más, somos culpables ambos de jugar con el reflejo de nuestras dualidades porque cuando la dulzura aflora en mí es cuando tu agresividad azota y sin duda, cuando tu dulzura acaricia es mi agresividad la que brota entre mordiscos, descaros y rebeldías. Y qué quieres que te diga, me siento afortunada y bonita de podernos permitir ser entre caricias y azotes, entre la dulzura y la agresividad que se dan la mano y unas veces aprieta la dulzura pensando que acaricia la agresividad.

Nunca dejes de jugar.