Barcelona es una de las ciudades de España, con más oferta sexual
de cualquier tipo. Es una de las capitales europeas con mayor número de
“hoteles del amor”. Así es como se llaman esta clase de hostales donde se
alquilan habitaciones por horas para encuentros sexuales.
Los love hotels, también llamados meublés,
nacieron, como no podía ser de otro modo, en Japón, y se extendieron a una
velocidad desmesurada a raíz de la gran demanda; en Tokio hay hasta barrios
llenos, uno tras otro, con distintas decoraciones, y para todos los gustos.
Son hoteles donde, ante todo, reina la discreción; un cliente
jamás se cruza con otro. Y muchos de ellos tienen acceso directo a las
habitaciones desde el parking, un aparcamiento en el que todas las matrículas
están cubiertas de tela oscura para así proteger la intimidad de cada huésped.
Habitaciones a la carta donde se puede disfrutar de jacuzzis, camas redondas,
colchones de agua, enormes espejos, luces de neón con reguladores de
intensidad, un televisor con decenas de canales porno… y todo tipo de complementos
para crear un entorno de lo más sexual.
Yo probé uno hace algunos años, y la verdad es que no fue una de
mis mejores experiencias. A pesar de que la compañía era muy buena, terminé
mareada de tanto atrezzo en la habitación. Recuerdo tumbarme en
la cama y quedarme atónita con la cantidad de puntitos luminosos que cubrían el
techo simulando un cielo repleto de estrellas. Jugué con un regulador de
intensidad de luz que tenía a mi derecha y probé a ver qué ocurría… entonces
pude ver como cada una de los puntitos se convertía, como por arte de magia, en
brillantes y esplendorosas Venus, ofreciendo un color azulado escandalosamente
cautivador. Terminé por apagarlo del todo. El resto de la decoración me pareció pésima, y el televisor (tipo
hospital, colgado en el techo) con porno duro me terminó de desalentar del
todo. Dicen que en los de Japón hasta hay videoconsolas, ¿os imagináis el plan?
joder… yo sí, con el mando en la mano.
Puedo entender que muchos amantes y parejas liberales sin lugar donde
estar, les vayan estupendos los meublés, pero a mí, el sexo premeditado no
me dice nada. Me gusta la luz natural, sea de día o de noche, vibro con las
situaciones improvisadas, disfruto con los arrebatos sexuales en cualquier
lugar que no esté preparado explícitamente para ello: un parking, bajo la mesa,
en un probador… esa espontaneidad me excita. Y si lo que me apetece realmente
es gozar de las comodidades de una buena cama, pues me voy a un hotel, hostal,
pensión, etc, porque tanto artilugio me desinfla.
De todos modos, ya os he comentado que he probado uno, cuyo nombre
no voy a indicar, y como ya hace unos añitos, seguro que algo habrá cambiado la cosa.
Lo que no me explico es porque les llaman lovehotels, creo que no es necesario andarnos con eufemismos varios
para denominarlos, yo los llamaría sex hotels, o
picaderos a secas. Llamemos a las cosas por su nombre.
Pues a mi me parecio interesante el concepto y me gustaría intentarlo, solo por curiosidad, como se llamaba el Hotel a donde tu fuiste, me gustaría ver ese decorado de puntintos en persona
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