Freyax

miércoles, 9 de abril de 2014

Tu fascinante vagina

No es ningún secreto que los hombres tienen mejor relación con sus penes que nosotras con nuestras vaginas. A ver, ellos llevan toda la vida mirándolo, midiéndolo, tocándolo, comparándolo, acariciándolo, protegiéndolo, jurando por todos sus atributos... ¿Y nosotras? ¿Sabemos cuánto nos mide la vagina? ¿Qué partes la componen? ¿Qué le gusta o le desagrada, qué la despierta, qué la adormece, cómo hacerla vibrar? ¿Sabemos, si quiera, qué aspecto tiene? ¿Nos importa...?

Creo que el secreto para tener un "coño matrícula de honor" (siempre a título personal, ojo!!), no es otra cosa que quererse mucho a una misma. Y eso empieza por mirarse. No hace falta ser contorsionista ni trabajar en el Circo del Sol para saber qué aspecto tiene esa parte de nosotras. Que nadie se me luxe las lumbares, vive Dios, que sólo necesitamos un espejo entre laspiernas y echar un vistacito. Pero un rato largo, removiendo bien los entresijos con las manitas limpias. Sin miedo y sin vergüenza.

Hace algún tiempo, en un programa de televisión sobre sexo le preguntaron a una mujer a qué se parecía su vulva y ella respondió entre ofendida y orgullosa: "Eso pregúntaselo a mi marido, que es quien la mira. Yo no lo sé". Me quedé tan estupefacta como la presentadora (el marido no sabía dónde meterse de la vergüenza) y corrí a por un espejo para memorizar todos mis recovecos, porque si algún día alguien me pregunta a qué se parece mi sexo, quería poder contestar sin ayuda de nadie que es como una mariposa con las alas desplegadas, o como un capullo de seda, o como un helado derretido, o...

Yo estoy por apostar que hay tantas distintas como mujeres, aunque debo confesar que, en vivo y en directo, no he visto más que diez o quince vaginas distintas a la mía.

La verdad es que mi mejor amiga Mª Carmen esta “chapada a la antigua”,  y aún refunfuña porque un hombre intente comerle el coño.

-"Tú fíjate, Maria... ¿Cómo se le ocurre...? Por supuesto que les digo que no". Lo dice tan convencida que, a falta de una educación represora (que no ha tenido), me cuesta un mundo que reconozca que el motivo fundamental es que se avergüenza de su vagina. Le parece "fea", "sucia, porque por ahí hacemos pis" y "apestosa".

-"¿Pero tú la has visto bien, la has olido y la has probado?", le digo. Mª Carmen me mira como si  me hubieran salido antenas en la cabeza.

Mujeres!!!...yo os animo a que empecéis a conocer vuestra vulva, esa parte de vuestra anatomía que tanto deseo, placer y gozo da a los hombres. Las hay de tantas formas, colores, sabores…creo yo que como mujeres hay en este bendito mundo, ninguna es igual a otra, las puede haber  depiladas, sin depilar, jóvenes, viejas, pequeñas, grandes, heterosexuales, lesbianas, transexuales...

La primera vez que me miré el sexo tendría unos 11 años. Empezaba a aparecer una pelusilla cubriéndome el pubis y sentía curiosidad. No recuerdo que me pareciera espantosamente feo, como dicen algunas mujeres que es. Y reconozco que estaba impaciente por saber cuál sería su aspecto final cuando mi adolescencia terminase de eclosionar.

El segundo vistazo llegó algunos años más adelante, en plena efervescencia hormonal. Sentada estudiando para algún examen, me crucé de piernas sobre el asiento y el talón rozó un punto que me hizo saltar. Yo ya me había masturbado antes, casi accidentalmente, pero en realidad no sabía localizar exactamente la fuente del placer. Aquella tarde, por supuesto, seguí rozándome con los talones, como hacen disimuladamente las geishas, hasta que acabé mojando de excitación la tapicería de la silla. ¡Guau! Pensé: "Voy a ver qué es esto que mola tanto...". Así es que saqué el espejito de aumento del baño, me quité las bragas y me senté a recorrer la geografía retorcida, sonrosada, frondosa y un poco barroca de mi sexo. Por supuesto, encontré rápidamente el clítoris, todavía hinchado por el reciente orgasmo, y me cayó fenomenal. Nos hicimos muy amigos. Inseparables, vaya...

Desde entonces no le niego a nadie que lo desee (y que yo desee, claro) el placer de conocerme desde ese ángulo, porque lo encuentro íntimo, agradecido, placentero, bellísimo y profundamente misterioso. Por eso no puedo comprender cómo es posible que haya mujeres que no se hayan mirado nunca el sexo o que, habiéndolo hecho, no hayan caído subyugadas por él.

La mayor parte de estos casos, creo que se debe a  una falta de autoaceptación y en la consiguiente negativa a algo tan placentero como el sexo oral. Tiene sentido, ¿no? Porque, a ver... ¿Dejarías que tu chico (o, peor, uno que acabas de conocer) se llevase a la boca una parte de ti de la que no te sientes especialmente orgullosa, que hace siglos que no miras y que no te agrada casi ni tocar?

Estoy empezando a sospechar que los hombres no sólo tienen una gran relación con sus penes... sino que estoy segura que muchos tienen mejor relación con las vaginas que algunas mujeres. Cosa que entiendo, pero lo que no me cabe en la cabeza, es que siendo portadoras de esta fuente de fascinación y me atrevería a decir, misticismo, algunas mujeres no sepan todavía qué forma tiene ese poder que tienen entre sus piernas.

Para muchas mujeres su apariencia genital es una fuente de ansiedad, creo que muchas personas, y especialmente las mujeres, no saben que las vaginas y los labios son tan diferentes como las caras. Exactamente igual que no hay 2 penes idénticos.

Por lo tanto, mi consejo?...prueba y da a probar tu coño, en un principio (para empezar, no a cualquiera), empieza por un follaamigo, o una pareja liberal que hayas conocido (las chicas solas seguimos siendo el Santo Grial del ambiente liberal, lo más buscado y deseado) o si te da más morbo, entra en un club liberal, sola o con pareja y disfruta en un intercambio de parejas del placer que tu vulva te da, de esa descarga eléctrica que te tensa los músculos, te desconecta del cerebro por unos segundos y te hace levitar…a que es una buena forma de empezar a amar tu vulva?


Además ten en cuenta, que no se gasta…




miércoles, 2 de abril de 2014

Felaciones o cómo dar placer de forma personal

Aún recuerdo cuando una amiga de mi hermana mayor, me lo contó:

-“¿Qué dices? ¿Pero eso se chupa?”.

-“Pues sí, se chupa, y te van a pedir mucho que la chupes cuando seas mayor, así es que vete quitándote esa cara de asco, que no es tan malo. Si al final te gustará y todo, te lo digo yo, que tienes cara de viciosilla.”.

Y razón tenía: me lo pidieron (me lo piden) y acabó gustándome.

Recuerdas tu primera felación?, seguro que echas la vista atrás y te mueres de la risa recordándola.

Tranquila, mujer, no has sido ni la primera ni la última que le pega a su primer "noviete o rollito" de adolescencia un cariñoso bocao en la polla. Aunque el reflejo de mamar está en la esencia de los seres humanos, no es exactamente igual y nadie nace enseñada.

Yo misma, al primero que me la puso por delante, no sabiendo muy bien qué hacer, le apliqué mis labios alrededor sin la precaución de esconder los dientes, y creo que la sensación de tener incisivos, caninos, colmillos y premolares arañando suavemente su prepucio no le resultó todo lo deliciosa que yo imaginaba.
  
Desde luego, con el tiempo y la práctica mejoré mi técnica y no he vuelto a arañar a nadie ni a asfixiarme con su pene, a pegarle tirones como si fuera una palanca de cambios, a estrujarlo, retorcerlo, doblarlo o pellizcarlo en plena erección, pero no cejo en mi empeño de ser yo quien controle hasta dónde y durante cuánto tiempo quiero tenerlo dentro de mi boca. Aviso para navegantes: a estas alturas de mi vida sé perfectamente qué es un pene y qué hay que hacer con él. Si alguien quiere hacerme una indicación, que me lo diga, pero que no me cojan la cabeza como si estuvieran masturbándose metiéndola en un melón; yo tengo orejas, y no son para agarrarse a ellas: son para escuchar peticiones, gemidos y alabanzas.

Recuerdo a un chico que tenía pareja liberal, pero quedábamos solos,  que tenía la mala costumbre de agarrarme del pelo para “guiarme” y “sostenerme” durante la felación. Un día me guió tan hondo, pese a mis protestas, que acabé vomitándole la cena en los pies. Nunca más volvió sujetarme la cabeza.

No tengo problemas con las felaciones, me encantan. Si el pene es bonito y está bien presentado (la arboleda un poquito podada, bien regado y limpio el césped y la fragancia no es añeja), no seré yo quien le diga que no a llenarme la boca, acariciar y lamer el instrumento.

Pero no tengo una técnica infalible, ni depurada, ni un esquema que seguir: yo felo por instinto. Aunque ahora que lo pienso, sí creo que primero mando a la lengua a hacer una inspección de sensibilidad y cuando detecto los gemidos más sinceros y más profundos, me empleo a fondo en la tarea. Supongo que depende de cada momento y persona, de lo que intuya que necesita el otro, cómo sea el ritmo que haya que imprimir, la presión y las caricias.

Lo suyo es lamer de arriba a abajo y de abajo a arriba, dar chupetones pequeñitos en la punta, jugar con la lengua cuando ya lo tienes dentro de la boca y combinar todas estas técnicas con un ritmo cadencioso de masturbación manual y masaje testicular.

Un misógino puede incluso establecer una clasificación de las mujeres entre “simples lamedoras de compromiso” (las que no chupan); “chupinas”, (las que chupan pero dejan derramarse el semen) y “chupinas tragonas” (las que disfrutan al engullirlo).

Cada una que se atribuya el calificativo que le corresponda, pero yo hace tiempo que decidí que, aunque sea de un señor que tengo conocido, el semen no me lo trago. Fundamentalmente porque yo ya no hago felaciones sin condón.

Sobre todo si el señor al que pertenece el pene lo acabamos de conocer. Si es un amante, un novio, un follamigo de toda la vida, alguien habitual con quien se suele hacer un intercambio de parejas… Pues va a depender de la confianza en la vida íntima del otro.


Hay que tener en cuenta que una chica puede pillar una espantosa infección bucofaríngea por hacer catas de miembros sin protección a personajes de dudosa trayectoria y yo no quiero pasar por esa experiencia. Que para eso se inventaron los condones de sabores, imagino, porque desde luego las papilas gustativas no están en la vagina, que yo sepa…