Freyax

miércoles, 2 de abril de 2014

Felaciones o cómo dar placer de forma personal

Aún recuerdo cuando una amiga de mi hermana mayor, me lo contó:

-“¿Qué dices? ¿Pero eso se chupa?”.

-“Pues sí, se chupa, y te van a pedir mucho que la chupes cuando seas mayor, así es que vete quitándote esa cara de asco, que no es tan malo. Si al final te gustará y todo, te lo digo yo, que tienes cara de viciosilla.”.

Y razón tenía: me lo pidieron (me lo piden) y acabó gustándome.

Recuerdas tu primera felación?, seguro que echas la vista atrás y te mueres de la risa recordándola.

Tranquila, mujer, no has sido ni la primera ni la última que le pega a su primer "noviete o rollito" de adolescencia un cariñoso bocao en la polla. Aunque el reflejo de mamar está en la esencia de los seres humanos, no es exactamente igual y nadie nace enseñada.

Yo misma, al primero que me la puso por delante, no sabiendo muy bien qué hacer, le apliqué mis labios alrededor sin la precaución de esconder los dientes, y creo que la sensación de tener incisivos, caninos, colmillos y premolares arañando suavemente su prepucio no le resultó todo lo deliciosa que yo imaginaba.
  
Desde luego, con el tiempo y la práctica mejoré mi técnica y no he vuelto a arañar a nadie ni a asfixiarme con su pene, a pegarle tirones como si fuera una palanca de cambios, a estrujarlo, retorcerlo, doblarlo o pellizcarlo en plena erección, pero no cejo en mi empeño de ser yo quien controle hasta dónde y durante cuánto tiempo quiero tenerlo dentro de mi boca. Aviso para navegantes: a estas alturas de mi vida sé perfectamente qué es un pene y qué hay que hacer con él. Si alguien quiere hacerme una indicación, que me lo diga, pero que no me cojan la cabeza como si estuvieran masturbándose metiéndola en un melón; yo tengo orejas, y no son para agarrarse a ellas: son para escuchar peticiones, gemidos y alabanzas.

Recuerdo a un chico que tenía pareja liberal, pero quedábamos solos,  que tenía la mala costumbre de agarrarme del pelo para “guiarme” y “sostenerme” durante la felación. Un día me guió tan hondo, pese a mis protestas, que acabé vomitándole la cena en los pies. Nunca más volvió sujetarme la cabeza.

No tengo problemas con las felaciones, me encantan. Si el pene es bonito y está bien presentado (la arboleda un poquito podada, bien regado y limpio el césped y la fragancia no es añeja), no seré yo quien le diga que no a llenarme la boca, acariciar y lamer el instrumento.

Pero no tengo una técnica infalible, ni depurada, ni un esquema que seguir: yo felo por instinto. Aunque ahora que lo pienso, sí creo que primero mando a la lengua a hacer una inspección de sensibilidad y cuando detecto los gemidos más sinceros y más profundos, me empleo a fondo en la tarea. Supongo que depende de cada momento y persona, de lo que intuya que necesita el otro, cómo sea el ritmo que haya que imprimir, la presión y las caricias.

Lo suyo es lamer de arriba a abajo y de abajo a arriba, dar chupetones pequeñitos en la punta, jugar con la lengua cuando ya lo tienes dentro de la boca y combinar todas estas técnicas con un ritmo cadencioso de masturbación manual y masaje testicular.

Un misógino puede incluso establecer una clasificación de las mujeres entre “simples lamedoras de compromiso” (las que no chupan); “chupinas”, (las que chupan pero dejan derramarse el semen) y “chupinas tragonas” (las que disfrutan al engullirlo).

Cada una que se atribuya el calificativo que le corresponda, pero yo hace tiempo que decidí que, aunque sea de un señor que tengo conocido, el semen no me lo trago. Fundamentalmente porque yo ya no hago felaciones sin condón.

Sobre todo si el señor al que pertenece el pene lo acabamos de conocer. Si es un amante, un novio, un follamigo de toda la vida, alguien habitual con quien se suele hacer un intercambio de parejas… Pues va a depender de la confianza en la vida íntima del otro.


Hay que tener en cuenta que una chica puede pillar una espantosa infección bucofaríngea por hacer catas de miembros sin protección a personajes de dudosa trayectoria y yo no quiero pasar por esa experiencia. Que para eso se inventaron los condones de sabores, imagino, porque desde luego las papilas gustativas no están en la vagina, que yo sepa…






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