Marta siempre se quejaba de lo desagradable
que era que Mateo no se afeitase. Le irritaba la piel cuando la rozaba. Una y
otra vez le repetía la misma cantinela: "Mateo rasúrate o no voy a dejar que
te acerques". Un día Mateo decidió contentarla, cogió la guilette y
"ras-ras-ras" se puso a cortar vello hasta dejar su vientre, su pene
y sus testículos como los de un recién nacido. Eso le causó tanto placer a
Marta que aquella noche descubrió que era multiorgásmica y los vecinos también.
Las delgadas paredes que separaban los pisos no eran suficientes para
amortiguar los aullidos -más que gemidos- de Marta cuando alcanzaba el clímaxrepetidamente, ni los chasquidos del choque de sus ingles desnudas de pelo
cuando Mateo la embestía. Después que aquella noche ya no hubo más vello en lapolla de Mateo. Ni un solo pelo que pudiera irritar la delicada piel de su
amada. Las sesiones de sexo "sin pelo" se sucedían entre la pareja
casi a diario lo que provocó la envidia de las vecinas y la admiración
-contenida eso si- de los vecinos. Envidia y admiración que dejaban traducir en
una mirada despectiva de ellas cuando se cruzaban en el portal o ascensor con
Marta y en una sonrisa de complicidad de ellos cuando lo hacían con Mateo.
Y todo ello por el simple hecho de
tener o tener….pelos.
Hace poco descubrí este blog pero sigo leyendo.
ResponderEliminarBesos.