Freyax

viernes, 14 de julio de 2017

Una segunda oportunidad

Divorciarse a los cuarenta y tantos y retomar la experiencia erótica con nuevas reglas de juego, suele ser una tarea ardua y complicada, desalentadora muchas veces y en algunos casos hasta estresante.


 En esas primeras citas, descubres que un beso te transporta a un lugar que hacía años (por no decir décadas) que no visitabas, resurge en ti un recuerdo atrás en el tiempo, de la vivencia de volver a renacer en medio de un estallido de sensualidad y sexualidad (recordar sentirse deseada, buscada, reverenciada...). Hay que reconocer que nos encanta flirtear, incluso cuando el objetivo no es ligar. Es como un juego inocente en el que cada uno conoce las reglas y los límites. Está claro que la primera impresión es vital cuando la música es alta y las bebidas, abundantes. Sin embargo, es igual de importante la forma de acercarse a alguien al día siguiente cuando ya es de día y el mundo real impone sus reglas. Si muestras demasiado entusiasmo, entonces corres el riesgo de parecer desesperada y si muestras pasotismo, pareces fría. Es difícil encontrar un punto medio.


 Es esa rara sensación de volver a la adolescencia (el querer "ligar", con todo lo que las nuevas tecnologías conllevan: whatsapp, mensajes). Pero siendo todo una carrera de obstáculos (diarios y muy reales) niños, interrogatorios, suspicacias del ex, el cuerpo que ha cambiado, etcétera.
 Tal vez no busques la noche perfecta, ni el hombre perfecto ni el polvo perfecto, pero tal vez es el momento en que te das cuenta que la vida no va siempre en línea recta, y que al final una se sorprende a sí misma disfrutando, y mucho, de cada una de las curvas.
 Menos seguridades en lo físico, pero más experiencia. Con todo, tomamos cada una de las curvas con distinto ánimo y, por tanto, diferentes son las consecuencias en nuestro espíritu emprendedor. Recién separadas, vamos con muchas ganas, pero también con fuertes condicionamientos monogámicos (él era el hombre de mi vida, fue mi primer amante...). Diría que asustamos a los contrincantes. También padecemos nosotras estas experiencias de tanteo. No olvides que, para jugar al juego de las relaciones, siempre tiene que haber como mínimo 2 personas.


 Y es que, a partir de los treinta y muchos o cuarenta y pocos, ellos y cada una de nosotras tenemos diferentes expectativas, algunos ya nos reprodujimos (o sea que la misión evolutiva está cumplida) o es tarde para ponerse a ello, tenemos locuras singulares que no siempre encajan en el puzzle neurótico del otro, portamos requisitos innegociables derivados de parejas fallidas anteriores y, sobre todo, hemos adquirido nuevas comodidades y libertades que no vamos a ceder fácilmente.
 Inútil es tratar de entender por qué no aparece el chico del chat después de tan fogosas promesas o qué fue de aquel con el que pasamos tan buena tarde en el cine o del que preparó la cena romántica en su casa. Todos portamos insondables ambivalencias, mandamientos que vienen de lejos o temores idénticos. La mayoría de las veces no es nada personal, no hay razón que tenga que ver contigo, así es que, no te abrumes. ¿A que tú tampoco tienes explicaciones para todo lo que haces? De ahí que la primera recomendación a una flamante divorciada será la de aprender a jugar, simplemente participar en el juego de la vida (y la atracción) y contribuir a que sea lo más limpio posible, sin tironeos ni empujones (emocionales, se entiende), entrenándose para seducir y satisfacer el propio deseo, porque (aunque no lo creeas) la “otra parte” de la relación también busca su propia satisfacción.



1 comentario:

  1. Realmente precisa esa exposición gramatical.
    Lo que quizás, inmediatamente se imponga, pasaría por simplificar esa redacción.
    Hablas (escribes) abiertamente del poder seductor que toda mujer almacena en su cuerpo y que irrefrenable pudise que en la mayoría de los casos llegase a su mente.

    Sería absurdo negar, y desde este lado de la orilla, que razonar con las bragas empanadas en deseo.

    Y es que una mujer ni hace ni se deja hacer, nada que ella no admita.

    Llegados a este punto, deberíamos puntalizar algunos matices.
    Personalmente estoy convencido que sobraria el estado civil, la edad y sobre todo las "curvas corporales" para sentirse más o menos atractiv@s.

    No sé, así y de bote pronto; soy capaz de visualizar a una pareja de octogenarios cogidos de la mano y paseando desnudos por cualquier playa.
    Incluso tener la imaginación suficiente como para verles copular con el mismo entusiasmo que al principio de su relación.

    Ya!
    Tú te empeñas en ceñirte en el atractivo que conllevaría el fracaso.
    Desde luego que todo el mundo tiene derecho a equivocarse y tener una segunda, tercera...enésima oportunidad.

    ¿quien dijo miedo?
    Tal vez, y nunca me gustó especular, tenga que acabar dándole la razón a la madre de mis hijas y abuela de mis niet@s; es capaz de sentenciarme que soy una "polla con patas" y que en sus ratos libres es capaz de calcular con una exactitud matemática extrema, la cantidad de miles de kilómetros de polla que le llevo introducidos en estos treinta y cinco años que llevamos compartiendo nuestras vidas.

    Si; voy a tener que darte la razón, existen excepciones que confirman muchas "reglas"

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