Una segunda oportunidad
Divorciarse a los cuarenta y tantos y retomar la experiencia erótica con nuevas reglas de juego, suele ser una tarea ardua y complicada,
desalentadora muchas veces y en algunos casos hasta estresante.
En esas primeras citas, descubres que un beso te transporta a
un lugar que hacía años (por no decir décadas) que no visitabas, resurge en ti
un recuerdo atrás en el tiempo, de la vivencia de volver a renacer en medio de
un estallido de sensualidad y sexualidad (recordar sentirse deseada, buscada,
reverenciada...). Hay que reconocer que nos encanta flirtear, incluso cuando el
objetivo no es ligar. Es como un juego inocente en el que cada uno conoce las
reglas y los límites. Está claro que la primera impresión es vital cuando la
música es alta y las bebidas, abundantes. Sin embargo, es igual de importante
la forma de acercarse a alguien al día siguiente cuando ya es de día y el mundo
real impone sus reglas. Si muestras demasiado entusiasmo, entonces corres el
riesgo de parecer desesperada y si muestras pasotismo, pareces fría. Es difícil
encontrar un punto medio.
Es esa rara sensación de volver a la adolescencia (el querer
"ligar", con todo lo que las nuevas tecnologías conllevan: whatsapp,
mensajes). Pero siendo todo una carrera de obstáculos (diarios y muy reales)
niños, interrogatorios, suspicacias del ex, el cuerpo que ha cambiado,
etcétera.
Tal vez no busques la noche perfecta, ni el hombre perfecto
ni el polvo perfecto, pero tal vez es el momento en que te das cuenta que la
vida no va siempre en línea recta, y que al final una se sorprende a sí misma
disfrutando, y mucho, de cada una de las curvas.
Menos seguridades en lo físico, pero más experiencia. Con
todo, tomamos cada una de las curvas con distinto ánimo y, por tanto,
diferentes son las consecuencias en nuestro espíritu emprendedor. Recién
separadas, vamos con muchas ganas, pero también con fuertes condicionamientos
monogámicos (él era el hombre de mi vida, fue mi primer amante...). Diría que
asustamos a los contrincantes. También padecemos nosotras estas experiencias de
tanteo. No olvides que, para jugar al juego de las relaciones, siempre tiene
que haber como mínimo 2 personas.
Y es que, a partir de los treinta y muchos o cuarenta y pocos,
ellos y cada una de nosotras tenemos diferentes expectativas, algunos ya nos
reprodujimos (o sea que la misión evolutiva está cumplida) o es tarde para
ponerse a ello, tenemos locuras singulares que no siempre encajan en el puzzle
neurótico del otro, portamos requisitos innegociables derivados de parejas fallidas
anteriores y, sobre todo, hemos adquirido nuevas comodidades y libertades que
no vamos a ceder fácilmente.
Inútil es tratar de entender por qué no aparece el chico del
chat después de tan fogosas promesas o qué fue de aquel con el que pasamos tan
buena tarde en el cine o del que preparó la cena romántica en su casa. Todos
portamos insondables ambivalencias, mandamientos que vienen de lejos o temores
idénticos. La mayoría de las veces no es nada personal, no hay razón que tenga
que ver contigo, así es que, no te abrumes. ¿A que tú tampoco tienes
explicaciones para todo lo que haces? De ahí que la primera recomendación a una flamante
divorciada será la de aprender a jugar, simplemente participar en el juego de
la vida (y la atracción) y contribuir a que sea lo más limpio posible, sin
tironeos ni empujones (emocionales, se entiende), entrenándose para seducir y
satisfacer el propio deseo, porque (aunque no lo creeas) la “otra parte” de la
relación también busca su propia satisfacción.
Realmente precisa esa exposición gramatical.
ResponderEliminarLo que quizás, inmediatamente se imponga, pasaría por simplificar esa redacción.
Hablas (escribes) abiertamente del poder seductor que toda mujer almacena en su cuerpo y que irrefrenable pudise que en la mayoría de los casos llegase a su mente.
Sería absurdo negar, y desde este lado de la orilla, que razonar con las bragas empanadas en deseo.
Y es que una mujer ni hace ni se deja hacer, nada que ella no admita.
Llegados a este punto, deberíamos puntalizar algunos matices.
Personalmente estoy convencido que sobraria el estado civil, la edad y sobre todo las "curvas corporales" para sentirse más o menos atractiv@s.
No sé, así y de bote pronto; soy capaz de visualizar a una pareja de octogenarios cogidos de la mano y paseando desnudos por cualquier playa.
Incluso tener la imaginación suficiente como para verles copular con el mismo entusiasmo que al principio de su relación.
Ya!
Tú te empeñas en ceñirte en el atractivo que conllevaría el fracaso.
Desde luego que todo el mundo tiene derecho a equivocarse y tener una segunda, tercera...enésima oportunidad.
¿quien dijo miedo?
Tal vez, y nunca me gustó especular, tenga que acabar dándole la razón a la madre de mis hijas y abuela de mis niet@s; es capaz de sentenciarme que soy una "polla con patas" y que en sus ratos libres es capaz de calcular con una exactitud matemática extrema, la cantidad de miles de kilómetros de polla que le llevo introducidos en estos treinta y cinco años que llevamos compartiendo nuestras vidas.
Si; voy a tener que darte la razón, existen excepciones que confirman muchas "reglas"