El amor es un "pelotazo" que dura 900 días de media. Durante
los primeros cien se activa una región del cerebro que genera hiperactividad:
toda la energía se focaliza en la pareja y no existe nada más. A los 300 días
ese fogonazo de pasión pierde llama y a los 900 se apaga. Nuestro cerebro no
está programado para la monogamia.
Según Wikipedia, “la infidelidad amorosa, acepción con la que
frecuentemente se asocia el término, es descrita, grosso modo, como la falta al
pacto normativo que limita el número de personas involucradas en una relación
amorosa o erótica y, por tanto, la prohibición de mantener otras de forma
paralela, sean ocasionales o continuas. De forma que, en las relaciones con
tradición monogámica la inclusión de un tercero supone una violación del
acuerdo, mientras que en relaciones poliamorosas se produce al involucrar a
personas ajenas al círculo aceptado. Bajo esta definición, ser infiel es romper
de forma consciente un acuerdo afectivo o sexual preestablecido para el tipo de
relación escogida.”
Por lo tanto se entiende, y así lo hago constar, que en ningún caso el
ser infiel es cuestión de hombres o mujeres, de parejas liberales o no, de
swingers o de solteros convencidos, de los que van a clubs liberales o de los
que se toman una copa en su bar de siempre, de los que practican intercambio de parejas o solo lo hacen con una mujer u hombre
en exclusividad…yo, como siempre, hago mis divagaciones
(ultrapersonales) en el sentido que me llevan mis pensamientos y que plasmo
mientras tecleo.
Aclarado este punto, ahí voy:
Grandes poetas y pensadores han escrito que hay una mujer al principio
de todas las grandes cosas. Creo que eso es algo indiscutible. Al fin y al cabo
las mujeres traemos al mundo, de manera que siempre estamos al principio.
Llega un punto en la vida de cualquiera, ya sea en un restaurante,
viendo una película o paseando a solas por la calle, que se plantea una
pregunta: ¿qué más necesito? Se trata de una pregunta que, una vez planteada,
es casi imposible responder. Puede que en ese momento preciso no te haga falta
nada. Puedes tener cubiertas tus necesidades más tangibles, una bicicleta con
la que llevas toda la vida, la cama donde duermes, tu silla preferida…También
están las cosas intangibles: amor, amistad, pasión, fe, satisfacción. Pero es
una pregunta que se piensa una y otra vez, porque pocos de nosotros tenemos lo
que necesitamos…,o pocos de nosotros pensamos que tenemos lo que necesitamos,
que para el caso es lo mismo. ¿Necesito más? ¿Estoy satisfecho?
Hay una codicia innata en la naturaleza humana: empujó a Eva a comer de
la manzana. Incita y hace de nosotros una marioneta. Odiamos la idea de que
hasta aquí hemos llegado, y no nos sentimos satisfechos con lo que tenemos o
con haber llegado hasta donde hemos llegado. Queremos más, ya se trate de
respeto, dinero, amor o sexo. Y esa insatisfacción nos impele a probar cosas
nuevas, a hacer frente a lo desconocido, a cambiar nuestra vida y arriesgarnos
a perder todo lo que teníamos.
Como el hombre casado que se levanta de la cama, después de besar con
ternura la frente de su mujer (o no, pero sí de estar seguro de que se ha
vuelto a dormir) y cierra la puerta sin hacer ruido al salir.
Delante del ordenador, empieza su traición nocturna. Hay mensajes de
mujeres, algunos apasionados, otros intensos, y los menos son, descripciones
gráficas de lo que les gustaría hacer con él. La máscara diurna cae y,
excitado, responde de manera similar, en comunión con cada una de ellas por el
ciberespacio.
Le sorprende lo fácil que parece todo. La naturalidad con la que engaña.
Ha descubierto que hay algo más, algo que no había conocido antes, otra
dimensión en la que el tiempo y el espacio existen en un plano distinto, y solo
piensa en cruzar ese puente para vivir lo deseado.
Son hombres que tienen una vida sexual simple, con los años cada vez
hacen menos el amor. Tienen una relación funcional, no es apasionada. Cuando lo
practican, suele ser con la luz apagada y en un mete saca donde después cada
uno se da la vuelta a su lado de la cama. Piensan que sus mujeres son frígidas,
pero yo creo que no son personas muy sexuales. No es que el sexo les sea
indiferente, creen que tiene sus cosas buenas, sus placeres incluso, pero les
importa más la familia, la seguridad del hogar. Son mujeres que pueden intuir
que no hay amor en su vida, pero lo que de verdad les destroza es enterarse de
que el amor que tenían es una mentira.
El hombre infiel se levanta un día, al cabo de años de ser el que todo
el mundo pensaba que era, o debería ser y termina por coger lo que quiere,
vivir lo que desea y no debería, más bien no debe volver al vista atrás,
simplemente ser consecuente con la decisión que ha tomado.
Pocas cosas hay más poderosas, más embriagadoras que saber que hay
alguien que te desea profundamente. Y si es ilícito, secreto, prohibido, tanto
más excitante. El deseo lo es todo, la vergüenza no tiene cabida en él.
Cuando uno está ardiendo, se quema. Imposible no quemarse. Es así de sencillo.