Imaginemos a un hombre y una mujer frente a frente, mirándose.
Acaban de conocerse y están participando en un juego que consiste en que uno
puede pedirle al otro lo que quiera, cualquier cosa que sea posible en las
circunstancias en que ellos se encuentran. No es seguro que lo que pidan les
vaya a ser concedido, al menos no todo. Imaginemos también que ninguno de los
dos va a interpretar ninguna de las peticiones que les sean hechas como algo
obsceno u ofensivo, y que ambos pueden decir “no” siempre que quieran. Tampoco
ninguno de los dos se molestará si su petición es recibida con una negativa.
Hay unas reglas pactadas de antemano y ambos las aceptan.
¡Pide lo que quieras!, quizá te lo conceda…
La frase “no sé qué pedirte” suele ser la más habitual.
¿Miedo, vergüenza, falta de ideas…? Es posible….
Decir “sí” a cierto tipo de propuestas, o pedir ciertas cosas,
puede acarrearnos sentimientos como infidelidad, traición, remordimiento, miedo…
Incluso aunque haya un deseo claro de aceptar lo que nos piden, o de pedir lo
que nos apetece, está el miedo a tener después mala conciencia. Por no hablar
de los celos, cuyo fantasma anda siempre vigilante. Aunque nuestro cónyuge esté
participando del mismo juego, en la misma sala, y no esté preocupado por lo que
hacemos, podemos sentirnos observados, juzgados… Puede que hayamos perdido la
capacidad de distinguir lo que es “ético” de lo que nos han dicho que “está
bien”, y nos puede el remordimiento, la vergüenza, … Aún en el caso de que las
dos personas que están frente a frente hayan decidido libremente participar en
ese juego, no es fácil librarse de los condicionamientos. Tengamos en cuenta
que mirar a los ojos a una persona que acabamos de conocer y pedirle que nos dé
besos por todo el cuerpo (por ejemplo) no es lo habitual, pero puede que sea lo
que deseamos realmente. Entonces recurrimos a lo fácil: ocultarnos detrás de la
frase “no sé qué pedirte”, esperando que la otra persona tome la iniciativa y
nos libere de la responsabilidad de decir las cosas que deseamos y sentimos.
Os propongo que hagáis una lista de lo que le pediríais a
vuestra pareja imaginaria, empezando por aquellas cosas que tengan que ver con
el sentido del oído, luego con el de la vista, luego con el del olfato, el del
gusto y finalmente con el del tacto (que es el más recurrido y el que triunfa).
Si somos un poco elegantes, si actuamos con honestidad,
sensibilidad, con un poco de originalidad, sin adoptar poses, sabiendo pedir
las cosas, con algo de buen gusto… es casi seguro que la mayor parte de las
peticiones serán aceptadas.¿Quién quiere jugar?