Esa mañana había despertado mucho antes de lo habitual debido a mis sueños excitados.
Las sábanas acariciaban mi cuerpo desnudo y
sus pliegues se habían metido en mi sexo consiguiendo mojarlo y hacerlo latir
sin mi permiso. Y con unas ganas enfermizas de una lengua viciosa y a falta de
una buena polla que me dijese “ese coño es mío”, metí mano al cajón de la
mesilla y saqué a mi amigo insaciable que me llevó al orgasmo en diez segundos,
tal vez fueron doce, y para empezar el día con alegría era suficiente. A falta
de pan, buenas son tortas.
Me
levanté y cuando estaba tomando mi café sonó el teléfono. Me llamaban del
Ayuntamiento porque habían aparecido unas ruinas romanas y como arqueóloga
debía presentarme en ellas para acordonar la zona y empezar los trabajos de
limpieza. Me vestí con mis pantalones de exploradora que dejaban bien marcadas
mis curvas, mis botas y una camiseta de tirante que marcaban mis pechos libres
como yo. Más de una vez se me había criticado mi manera de provocar vistiendo,
pero a estas alturas de la vida, me importaba poco las envidias de ellas y el
calentamiento de ellos. Además así sus masturbaciones tendrían cara, tetas y
culo que ponerle.
Cuando
llegué creí morirme de la fascinación del hallazgo. Eran unas termas y al lado
los yacimientos de una casa de familia importante romana. Mandé acordonar la
zona y rápidamente mi equipo y yo nos pusimos a la delicada tarea de limpieza.
El Alcalde me comunicó que al ser de tal envergadura el hallazgo había llamado
a otro equipo de arqueólogos para que me ayudasen y en diez minutos se
presentarían allí. Cuando el Alcalde llamó al capataz del grupo para
presentármelo, tanto él como yo quedamos como auténticas estatuas de sal. Él había
sido mi gran amor, mi gran pasión y mi gran follador. Nos habíamos conocido en
unas excavaciones en Alejandría y habíamos vivido una tórrida relación que se
rompió por culpa de nuestras ansias de trabajo. No había perdido nada de su
atractivo, incluso yo lo veía más cañero que nunca. Vestía igual que yo, con su
media melena plateada, una barba ideal para frotar mi coño y hacerlo derretir y
unos ojos verdes que te mojaban sin permiso.
Nos
saludamos como buenos colegas y nos pusimos a trabajar.
Yo
estaba a cuatro patas limpiando una cajita de una belleza sublime. Mi culo
estaba en pompa y mis brazos en su movimiento de cepillado me habían bajado el
tirante de la camiseta sin darme cuenta y mis tetas se bamboleaban libres de
adelante atrás como gelatina. De repente siento una mano que me sube el tirante
y mete mis tetas dentro. Me giro y lo veo de pie, mirándome con lascivia y me
dice “es simplemente rozarte y resucitas en mí lo que ninguna mujer ha
conseguido desde que te fuiste”, que ganas en ese momento de sacar su polla de
la bragueta y mamársela, pero estábamos en público, me quedaría con ganas hasta
poder pillarlo a solas.
¿Has venido a manosearme las tetas? le pregunté, y entonces me dijo que
venía para ver que tal iba con la cajita.. Se arrodilló a mi lado y entre los
dos conseguimos sacarla intacta del terreno y suavemente la abrimos.
Impresionante lo que había en ella. Era una cajita que había pertenecido a una
mujer poderosa, tal vez una cortesana, ¿qué por qué lo se? porque dentro de
aquella cajita había colgantes de falos, pulseras con posturas de fornicio y un
extenso material erótico para adornar sus pechos, sus manos y su pelo para
poner caliente al macho de turno. Pero de todo lo que había allí, me fascinó un
colgante de un falo con testículos de unos cinco centímetros de largo y con una
perfección absoluta.
Lo
miré y le dije que daría lo que fuese por follar solo con ese colgante puesto,
entonces me dijo que cuanto estaría dispuesta a entregar a cambio de hacer
realidad ese sueño y simplemente le contesté que sería la esclava de ese hombre
por esa noche.
Había
sido un día de mucho trabajo y nos dispusimos a recoger.
Todo
lo encontrado lo llevamos a un laboratorio para ser limpiado y seleccionado,
una vez terminamos nos fuimos todos a tomarnos unas cervezas a la cafetería del
hotel donde estaban alojados los arqueólogos visitantes. Después de una
conversación amena y distendida, me despedí de mis colegas hasta mañana porque
estaba tremendamente cansada del día. Según salía por la puerta, me agarró
Malco (ese era su nombre) y me dijo que me invitaba a cenar, y la verdad que yo
lo único que deseaba era tomarme un baño relajante y así se lo dije, entonces
quedó aceptada la invitación para el día siguiente y me dijo que cuando
estuviese relajada ya en la habitación me telefoneaba. Le regalé un beso y me
fui.
Llené
mi bañera de agua caliente, aceite de coco, una luz tenue y en una mesilla
pegada a la bañera tenía mi móvil y una buena copa de vino. Me sumergí en ese
caldo delicioso que relajó al momento mis músculos y dejó en libertad el deseo
de mi clítoris retenido entre los pantalones todo el día. Era una delicia
acariciarme con aceite que conseguía una textura en mi piel resbalosa y
deliciosa al tacto de mis dedos. Cogí mi copa y brindé por las mujeres
provocadoras, llenas de sensualidad y llenas de libertad sexual, y en un
recuerdo apurado a mi mente, también brindé por aquella mujer romana con tantas
joyas eróticas que supuse que era una gran mujer en todas sus variantes. En el
mismo instante que me acordé de ese colgante romano, sonó el móvil.
Era
Malco. Su voz acariciaba mi piel y entonces le pregunté si se estaba tocando y
me dijo que estaba encima de la cama, desnudo y acariciando aquella dura y gran
polla que le habían otorgado. Deseé febrilmente hacerla mía, comérsela como
solo yo sabía hacerlo degustando hasta el rincón mas pequeño de su piel y
cabalgarlo sin piedad. Me apetecía masturbarme con él, así que le dije que me
comiese el coño que me moría por tener su lengua y su barba acariciando mi
clítoris. Comenzó tremendamente caliente a saborear mi coño por teléfono a
susurrarme lo que me hacía mentalmente:
“Te abro las piernas, acaricio tu coño con mis dedos y separo tus labios,
arrimo mi nariz para oler el perfume de hembra que enloquece mi mente, y te doy
la primera lamida larga de adelante atrás y comienzan tus gemidos y tu gran
humedad. Saboreo todo lo que me vas regalando a cada paso de mi lengua y tus
manos aprietan mi cabeza pidiendo que te coma el coño con pasión. Meto tu
clítoris entre mis dientes y mi lengua y lo succiono con fuerza y comienzan tus
espasmos de locura transitoria, comienzas a querer escapar de mí y te sujeto
los muslos con mis manos y no te dejo escapar. Me insultas y me dices que te
deje, y no me da la gana y entonces explotas en un orgasmo que aún recuerdo tus
aullidos de loba en celo que me hacían correrme muchas veces en las sábanas,
recuerdas?”….
Uuuuffff,
aquellas palabras me pusieron cardíaca y no paraba de acariciarme bajo el agua.
Le dije que me acordaba de aquellos momentos y que también recordaba como gemía
cuando yo se la comía y entonces lo oí gemir a través del teléfono y le dije:
“Me vuelve loca cuando me dejas mamártela a mi antojo. Te tengo de rodillas en
la cama, mi cabeza debajo de un almohadón y justo debajo de tu polla. Con una
mano acaricio tu culo y los testículos y con la otra manoseo tu polla como si
estuviera ordeñando y cuando me apetece te trago entero a un ritmo de locos y
te vuelvo a soltar. Y me encanta meneártela con la mano, y jugar con ella y
pellizcarte y después vuelve a pasar mi lengua caliente para darle mimos…ummmm,
que deliciosa está. Mientras gimes como un buen macho que se la están mamando a
conciencia, mis ganas de devorarte aumentan y suavemente me dejas que meta mis
dedos para jugar un ratito con tu precioso culo y mientras mis delicados dedos
violan sin daño tu culo, mi boca aprieta tu polla contra el paladar y te da
pequeños tirones.Y no quieres que se acabe aquella locura pero llega la hora y
yo no pienso parar hasta el final. Sigo mamando con mucha fuerza y sin soltarte
de mi boca mientras mis dedos te follan y entonces explotas en un grito tan
salvaje que hasta los dioses tienen celos de ti”.
Y
entonces oigo un auténtico grito al otro lado del teléfono y eso me hace
acelerar mi masturbación y casi al momento llega mi orgasmo que él también oye.
Había sido una sensación maravillosa correrme con él. Dulcemente me dijo que
era la mujer más misteriosa y maravillosa que se había cruzado en su vida y que
quería tenerme de nuevo y entonces le deseé buenas noches y le dije que mañana
cenábamos juntos.
Pufff...sin palabras me has dejado....gran relato...muy grande...excitante...
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