Freyax

martes, 2 de abril de 2013

The International Meeting (II)


Descansamos un rato, mi cuerpo estaba lánguido y yo medio adormilada con los ojos cerrados, inesperadamente, me arrastraste y me dejaste arrodillada en el suelo con el pecho apoyado en la alfombra, fue tan rápido e inesperado, que lo único que sentí fue tu polla durísima abriéndose paso entre los labios de mi sexo. Me agarraste con fuerza por las caderas y de un único y enérgico empujón me insertaste toda la longitud de tu pene hasta lo más profundo de mi coño.

Me sentía totalmente penetrada y dejé escapar un suspiro de satisfacción.

Me notaba dulcemente empalada hasta zonas de mi sexo donde creía que era imposible que un pene pudiera llegar. Hacía solo un rato que acababa de correrme en un éxtasis increíblemente largo y virulento pero ahora empezaste a penetrarme desde atrás con un ansia furiosa, agarrando mis caderas y con acometidas tan enérgicas que casi me sentí desvanecer de placer. Con cada impetuoso y acompasado embate de tu duro pene en mi interior sentía que me fallaban las fuerzas y respondía tensando todos los músculos de mi cuerpo y profiriendo un fuerte gemido de gozo para resistir el inmenso placer que me estaban proporcionando tus despiadadas embestidas.

Enardecido por mis desesperados gemidos de gozo y con el movimiento oscilante de mis caderas que se ondulaban siguiendo el ritmo de tus embates, aumentaste la velocidad y profundidad de tus penetraciones. Me estabas follando con lujuriosa vehemencia; de una manera inhumana, bárbara, implacable, salvaje… justo como yo ansiaba que lo hicieras. Sentía, a cada embestida, como tu pene, robusto y durísimo, me taladraba despiadadamente hasta las entrañas y como tus pelotas se aplastaban con fuerza contra mis nalgas. Ese golpeteo constante, me ponía como una guarra, loca de deseo.

El inmenso placer que me estabas provocando se hacía insoportable. Lanzando gritos de satisfacción casi llegué a creer que iba a perder el sentido de tanto placer. Enseguida volví a correrme. Con el cuerpo sudando y vibrando, experimenté un vehemente segundo orgasmo que parecía que no iba a acabarse nunca. Cada vez que la fascinante sensación disminuía y creía que la deliciosa tortura iba a terminar, volvías a penetrarme con un ansia brutal sin apiadarte de mí. Y entonces, arrancándome espasmos y aullidos de placer, volvías a elevar el clímax a sus cimas más altas, una y otra vez, sin detenerte ni un instante.
Tras una eternidad finalmente cedió la interminable conmoción de mi orgasmo. Te corriste dentro de mi vagina, inundándome, estabas agotado después de haberte corrido, extrajiste tu miembro del interior de mi sexo ya no tan rígido y enorme.

Quedé de rodillas en el suelo con la cara vencida sobre la cama con una increíble impresión de vacío entre las piernas.

En silencio nos contemplamos, nos sonreímos, nos besamos tiernamente, te inclinaste un poco sobre mi, con un dedo empezaste a recorrer mi rostro, luego todo mi cuerpo, lentamente, hasta llegar a mis pies y volver a mis senos, mientras lo hacías me besabas en la boca, el cuello, mis tetas, era increíble, volvía a sentir como mi cuerpo respondía a tus caricias, mientras tu polla había vuelto a empalmarse y un rictus de deseo malévolo se dibujaba en tu cara. Te acercaste lentamente y accedí sumisamente a levantar los brazos para permitir que me despojaras del arrugado y empapado camisón y me quedé definitivamente desnuda ante ti....

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