Freyax

lunes, 29 de abril de 2013

Excavando (II)



Por la mañana me sentí más radiante que nunca y dispuesta hacer mío el mundo, era como si aquella masturbación en compañía me hubiera llenado de vida y pasión. Cuando volví a las ruinas, Malco y su equipo ya estaban allí.

Me puse al trabajo y durante toda la jornada él no paraba de mirarme de reojo, de ir donde yo estaba con cualquier duda para estar conmigo…simplemente, no dejó que me alejase de su lado ni quince minutos. Cuando terminamos la jornada quedamos para cenar en el restaurante de su hotel.

Fui para casa e intenté ponerme bella y seductora para él. Me puse un vestido de noche negro y largo, muy escotado tanto por delante como por detrás, de hecho el escote de atrás llegaba hasta el nacimiento de mi trasero, así que no llevaba ropa interior. Adorné mi muñeca con una pulsera que Malco me había regalado en Alejandría y que estaba hecha de figuras de Kamasutra y mi pelo recogido en una cola y alrededor de ella un adorno cuya figura era una mujer desnuda entrelazada entre rosas. Cuando me miré para salir a la cita, yo misma me sorprendí de lo que vi reflejado en el espejo; veía a una mujer bella, llena de voluptuosidad y erotismo y dispuesta hacer mío en cuerpo y alma a mi hombre.

Cuando entré en el restaurante, él se levantó de la silla y me miró tan asombrado como yo misma estaba de aquella visión. Se había enfundado en un traje verde oscuro y una camisa pastel. Aquel traje potenciaba el verde de sus ojos. Me agarró de la mano y simplemente nos miramos un buen rato transmitiéndonos todas las buenas vibraciones que nos pertenecían desde que nos conocimos. Yo estaba nerviosa y él también. Durante la cena hablamos de nuestras vidas desde que habíamos dejado nuestra relación y lo mucho que me había echado de menos y cuando llegamos al postre, él colocó una cajita encima de la mesa. Le dije que no quería regalos y me dijo que solo era prestado, pero que si lo aceptaba tenía que cumplir una deuda. Aquel reto sonó en mis oídos como algo irresistible que no podía pasar por alto en esa noche. Cuando lo abrí, vi que era el colgante del falo que habíamos encontrado en las ruinas con una cadenita para ponerla en ese mismo instante. Yo estaba hipnotizada y lo cogí entre mis manos y le dije que me lo pusiera, él me dijo que si lo ponía tenía que ser su esclava esa noche y acepté, entonces me lo puso y quedaba justo entre mis pechos. Me sentía sumamente poderosa y comencé a sentir una excitación y lascivia sin entender muy bien por qué. Le dije a Malco que me apetecía ya saldar mi deuda y subimos a la habitación.

Nada más cerrar la puerta me dio el beso que tanto habíamos añorado los dos y que necesitábamos como el respirar, después me llevó al baño y se colocó detrás de mí frente al espejo. Cogió los tirantes de mi vestido y los dejó caer y con ellos el vestido, me quedé totalmente desnuda con el colgante puesto como única prenda. El me agarró los pechos con sus manos sin dejar de mirar al espejo y cogía el falo del colgante con su mano y lo movía en círculos sobre mis pezones haciéndolos endurecer. Dejó de jugar y se desnudó, con una mano me invitó a echar mi torso sobre el frío mármol del lavabo sin dejar de mirar al espejo. Entonces me cogió las manos y me las ató en mi espalda con su corbata y me mandó abrir las piernas, yo tenía miedo porque nunca me había hecho eso cuando estuve con él y no sabía que podría llegar hacerme, pero esa era el pago por llevar el colgante en mi cuello. Yo no dejaba de mirar el espejo y de repente desaparece de mi vista….ya no lo veo, y noto como me sopla mi sexo y luego una lamida larga y suave y vuelta a soplarme, era una sensación increíblemente excitante y le pedí más, mucho más. Entonces separó bien mis nalgas y comenzó una comida de sexo en todo su esplendor y creí morirme de placer, y cuando estaba a punto de explotar se levantó, se agarró a mis caderas y empezó a follarme sin piedad, mirándonos al espejo, con mis pechos meneándose a un ritmo loco y el colgante golpeando con fuerza el espejo, no podía aguantar más ni sus embestidas, ni nuestras caras de placer, así que llegó mi orgasmo brutal, gimiendo como creo que nadie lo ha conseguido jamás. Exhausta me desplomé sobre el mármol de nuevo, pero él me cogió en brazos y me llevó a la habitación.

Tenía una especie de cómoda de la altura de mis piernas y larga. Me puso boca abajo sobre ella mi culo quedaba en pompa y mi cabeza recta en una posición ideal para follarme por detrás y por mi boca. Mis orificios los lubricó con un aceite, se tumbó sobre mi espalda y mientras susurraba palabras y frases deliciosas al oído me iba penetrando, unas veces por mi sexo y otras por mi culo. No me dolía en absoluto porque lo hizo tan dulcemente y tan embaucador a mis oídos que necesitaba esas penetraciones, pero una vez que me tenía muy dilatada y deseosa se colocó de pie y me arrastró hasta el final de la cómoda, mis pies tocaban el suelo y comenzó un bombeo a su antojo, abajo y arriba, me estaba llevando a un orgasmo continuo que mi cabeza ya no asimilaba, unas veces suplicaba clemencia, otras veces simplemente le decía “fóllame cabrón” ….

Cuando le vino en gana, salió de mi sexo, me dio la vuelta y se colocó frente a mí, su polla estaba colocada frente a mi boca, saqué mi lengua lasciva para provocarla e invitarla a entrar en mi boca y saborearla y así lo hizo. Yo estaba a su santa voluntad, así que agarró mi cabeza y suavemente introdujo su pene en mi boca follándola a su antojo un buen rato, pero cuando quiso salir de ella, se la presioné con mi paladar y no lo dejaba escapar, él volvía a metérmela y yo chupaba y cuando quería escaparse yo tiraba de ella hacia a mí, y aquel juego hizo que él se dejase llevar por aquella enajenación, arquease su espalda, gimiese como un macho copulando y dejase escapar su semen. Cuando terminó de bañar mi boca y aunque estaba casi mareado, le dije que no me podía dejar así de caliente, que necesitaba correrme de nuevo, así que se colocó de rodillas sobre mi sexo y mi culo y regalándome las pocas fuerzas que le quedaban, comenzó a succionar todos mis fluidos, a meterme la lengua por todos los orificios que había dilatado y comerme el clítoris con delirio hasta volver a llevarme al preciado mundo del orgasmo femenino.
No podía moverme y el poco más, me desató y me cogió en sus brazos llevándome a la cama. Creí que simplemente me habría usado para fóllame como jamás nadie lo había hecho, pero me equivoqué. Me rodeó con sus brazos, me regaló mil y un besos.


Mientras él dormía en mis brazos, cogí aquel colgante en mi mano y vi una mujer con vestimentas romanas, respetada por todos, deseada por muchos y cuando se giró solté de repente el colgante de mi mano porque la cara que vi en ella…era la mía.


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